En la previa del choque ante el Elche, Lisci advertía que Osasuna había merecido más en sus partidos a domicilio y que era cuestión de tiempo que la “suerte” terminara por sonreírles. Tenía razón. Pero no es menos cierto que en El Sadar los rojillos también habían estado cerca de dejar escapar puntos frente a rivales como Rayo Vallecano y Valencia.
Ante el conjunto che, el tanto del empate de Danjuma fue invalidado por una acción ilegal por escasos centímetros, mientras que frente al Rayo las rápidas transiciones ofensivas permitieron a Osasuna sentenciar el encuentro. Ayer, en cambio, el guion fue distinto: el equipo no logró cerrar el partido y acabó pagando el desenlace con un empate visitante en el tiempo de descuento.
El balance de la segunda parte fue demoledor para el conjunto rojillo: cuatro disparos a puerta del cuadro ilicitano por ninguno de Osasuna y un control total de la posesión. Un escenario que, en otra época, habría colocado en la diana a Vicente Moreno. Sin embargo, corren aires nuevos en El Sadar y en el banquillo se sienta un técnico con mayor crédito y un discurso más convincente, aunque no cabe duda de que aún tiene mucho por ajustar. Administrar las ventajas en casa y rendir en los partidos a domicilio fueron el gran debe del técnico valenciano, y la grada rojilla quiere olvidar cuanto antes esos déjà vus.
Aun así, el arranque de la era Lisci sigue dejando señales para el optimismo. El equipo compite, genera tramos de buen fútbol y transmite la sensación de que, con tiempo y ajustes, puede crecer. El empate duele, sí, pero debe servir como toque de atención para evolucionar y consolidar un proyecto que aún está en construcción.

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