La final de Copa del Rey de la temporada 22/23, quedará siempre en el recuerdo de todos los rojillos. Por la dificultad del camino, y por la belleza del mismo, queremos hacer un repaso de ese partido y analizar cuáles fueron las claves del encuentro y lo cerca que estuvimos de conseguir nuestro primer título.
Osasuna mostró una identidad ganadora y planteó el partido como un equipo valiente, sin miedos y con la personalidad tan grande de competirle una final de copa al que por entonces era el vigente campeón de Europa. El plan de partido se basó en dos de las principales características que habían llevado a Osasuna a conseguir los objetivos deportivos en los últimos años. La presión alta y las transiciones rápidas.
La presión alta, un arma de doble filo
La estructuración de la presión no cambió de lo habitual. Sin embargo, el equipo estuvo más alto de lo normal, para intentar jugar en campo contario el mayor número de minutos posibles. Vemos cómo estaba dispuesto el equipo en presión.
Esta disposición brindó muchos robos a Osasuna en campo contrario que conllevaron a acciones de gol claras, pero dejó muy expuesto al equipo en los desplazamientos en largo a sus dos extremos. El más perjudicado fue Moncayola, que se tuvo que medir en muchos 1vs1 con Vinicius a campo abierto y el Madrid generó mucho peligro con esto. Para poner en contexto, Moncayola fue regateado un total de 9 veces y perdió 15 duelos en todo el partido, demasiados, teniendo en cuenta el rival que estaba en frente. Fijaros en uno de los desplazamientos, la superioridad con la que atacaba el equipo blanco.
Las transiciones rápidas tras robo
Teniendo en cuenta que el Real Madrid era un equipo que sufría mucho en transiciones al tener dos extremos puramente ofensivos, Osasuna planteó una primera parte muy reactiva, en la cual, cada robo de balón en campo propio acababa en una transición rápida con centro lateral. Por eso Jagoba decidió poner a Peña de extremo y no de lateral, para tenerlo como amenaza cada vez que hubiese un robo de balón. Fijaros en esta secuencia que casi acaba en gol de Abde. Se produce un robo de Aimar en campo propio y con 2 pases, Osasuna consigue generar una jugada de gol.
Una segunda parte más propositiva
En la segunda parte, Osasuna quiso protegerse más con los balones al espacio que le estaban dando a Vinicius y Rodrigo. Para ello, trató de tener más control sobre el juego y las transiciones rápidas de la primera parte se volvieron algo más elaboradas. La posesión de los rojillos aumentó de un 37% la primera parte, a un 45% la segunda.
Para superar la primera presión del Madrid, y estar más protegidos, Jagoba juntó a Moi con Torró en el doble pivote para dar más estabilidad al equipo y tener una salida de balón más clara. De hecho, el gol de Lucas se propicia con una situación originada por este ajuste táctico.
Con un poco más de control de balón y con el ajuste de intentar que Vinicius no tuviese 1vs1 con Moncayola, Osasuna mejoró e incluso se vio superior en varios tramos de partido. Repitiendo este patrón donde se atraía al Madrid a campo propio para atacarle el espacio, Osasuna generó mucho peligro. Vemos otra secuencia donde Osasuna consiguió hacer una transición, juntando a sus medio centros.
Todo o nada
Con el segundo gol del Madrid, Osasuna fue a la desesperada a por el partido, lo que podía haber supuesto que en alguna contra los blancos matasen el partido. Sin embargo, el partido estuvo vivo hasta el final, y todos los aficionados recordaremos esta imagen para el resto de nuestras vidas. La imagen que podría haber cambiado todo.
A pesar del resultado y de la tristeza por no haber conseguido ese título, ningún aficionado estuvo decepcionado con el partido o con la propuesta del equipo, porque se consiguió lo más difícil, ser Osasuna en una final de copa.
Entrenador de fútbol y amante de este deporte. A Rubén le encanta ver los partidos con una perspectiva diferente y descifrar el porqué de cada suceso en el terreno de juego.
