Resulta habitual escuchar que la sociedad actual vive inmersa en la inmediatez de las cosas. Las redes sociales, las marcas, el consumismo, todo evoluciona en la misma dirección. Cuanto más nuevo nos parece algo, mejor. Nos cansamos rápido de las cosas, y pasamos sin pensar a la siguiente.
En el mundo del fútbol pasa lo mismo. Los equipos grandes son el mayor ejemplo de ello, grandes estrellas fichadas cada año, nuevos entrenadores cuando las cosas no funcionan, aunque sea en cuestión de unas jornadas. Nuevos formatos de retransmisión, nuevas ligas, nuevos conceptos…
Pues bien, en estos tiempos de inmediatez, existe un sentimiento que mantiene viva esa idea romántica de pertenencia, de historia, de constancia, de paciencia, de sufrimiento y, tras una larga espera, de recompensa.
Ese sentimiento se llama Osasunismo. El sentimiento que albergamos miles y miles de navarros, y alguno que otro nacido en Uruguay, Xátiva, Serbia o Australia…
Porque ser de Osasuna no es celebrar una victoria cada domingo, ser de Osasuna no es jugar finales ni competir por Europa. Ser de Osasuna no es contar títulos ni compararse con otros.
Ser de Osasuna es aceptar lo que eres y de donde vienes, y lucirlo con orgullo. Porque es el equipo de tu ciudad y de tu tierra.
Ser de Osasuna es valorar el esfuerzo, la entrega y el compromiso, sin importar el resultado. Ser de Osasuna es llorar, enfadarse, desesperarse, y después volver a ilusionarse cada una de las veces.
Lo vivido el pasado viernes en El Sadar fue el ejemplo más claro de ese sentimiento que hemos presenciado la mayoría de nosotros. El recuerdo de hace 18 años, más vivo que nunca. La frustración por una derrota junto con el ánimo constante de una afición entregada. La nostalgia y el agradecimiento de los veteranos, unido a la ilusión y ambición de los más jóvenes.
Y es que, después de 18 años, volvemos a tener la oportunidad de subir a lo más alto. Una espera tan larga a la que muchos no habrán llegado, y durante la que han nacido muchos nuevos rojillos. Una oportunidad que nos hemos ganado a pulso, como siempre, a base de lucha, entrega y sufrimiento.
Por coincidencia o por destino, nuestro rival en la final será el Real Madrid, la máxima expresión de ese hambre voraz por la conquista incansable de títulos y grandeza. El ejemplo de la inmediatez, del éxito efímero, que necesita ser renovado constantemente.
Para algunos esta final será sólo un partido de fútbol, y lo cierto es que así es. Pero también es una oportunidad de que triunfe la humildad, el trabajo y el esfuerzo de un proyecto que lleva trabajándose años, y un sentimiento que llevamos alimentando todas nuestras vidas.
La moraleja de esta historia es que estos 18 años realmente no han sido una espera. Han sido un camino lleno de alegrías y tristezas. Porque el Osasunismo no se vive solo con los títulos o las finales. El Osasunismo se vive en cada partido, en cada saque de banda y en cada minuto.
Por eso el próximo sábado 20.000 gargantas rojillas animarán incondicionalmente sabiendo lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Valorando lo que supone jugar la segunda final de nuestra historia. Porque a ilusión y alma, seguro que no nos ganarán. Así que ojalá, que en estos tiempos de inmediatez, triunfe el Osasunismo.