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OPINIÓN | Una timba non grata

Más allá de la deriva deportiva del primer equipo masculino, que es difícilmente mejorable, en los mentideros rojillos no se habla de otra cosa que no sea la remodelación del estadio de El Sadar y las distintas opciones que el club ha puesto encima de la mesa para acometerla. Es un asunto de importancia capital porque el hogar del equipo posee un valor simbólico incalculable (seguramente se trata de la seña de identidad más importante de la entidad tras el nombre, el color de la camiseta, el escudo, la cantera y la condición de club propiedad de sus socios), por la ingente cantidad de dinero que se tendrá que invertir sea cual sea la opción elegida, y porque más allá de lo emotivo y lo económico, con la transformación del estadio se arriesga la ventaja competitiva, inestimable pero innegable, que proporciona jugar en un estadio que en comunión con su afición adquiere tintes de fortín inexpugnable, capaz de convertirse en una olla a presión de semejante calado que le permitió en 2009 hacerse con el récord de decibelios registrados en un estadio nacional. Por todo esto se entiende que el tema esté dando pie a múltiples intercambios de pareceres e incluso a conversaciones subidas de tono, aunque, la de reforma básica o integral tan solo sea la última discusión encendida en una sociedad acostumbrada a convivir con este tipo de trincheras.

La idea de la reforma parte del mandato de La Liga de instalar un equipo de iluminación cuyo coste ascendía a 1,4 millones; partiendo de ahí, la directiva decidió que ya que se ponían a reformar cosas (¿?) podían adecuar el recinto entero para cumplir con los requerimientos de la administración pública y de esta forma obtener la licencia de apertura del estadio, algo que, al menos públicamente, no se ha conocido que atendiera a un requerimiento institucional. Así es como se pasó de una instalación obligatoria con un coste de 1,4 millones (más una devolución a Hacienda de 1,5 millones por omisión de una inversión de 16 millones en el estadio) a una reforma que se ha denominado básica de unos 8,5 kilos (más el antes citado 1,5 de penalización), que además de focos y cubiertas incluiría la dotación de servicios, la modificación de la anchura entre asientos, las escaleras de acceso, el mantenimiento de barandillas, etc. Pero entonces, la directiva volvió a pensar que ya que se ponían a reformar cosas (¿?), y al suponer esta reforma una disminución del aforo de unos 1.700 asientos, por qué no hacer una reforma general que permitiera eliminar las famosas columnas y ampliar el aforo actual, para lo que decidió abrir un concurso al que se presentaron cinco estudios de arquitectura con sus respectivos proyectos. Si le llegan a dar otra vuelta al asunto acaban pidiendo el teléfono de Calatrava.

El club ha elegido volcarse al máximo en conseguir que salga adelante la opción de la reforma integral y no solo se han manifestado en este sentido cada vez que han tenido la oportunidad, sino que además parece evidente que se han tomado la molestia de trazar un plan soterrado para que esta se lleve a cabo sí o sí. La directiva, que no lo olvidemos, necesita el beneplácito de la Asamblea de Compromisarios para contraer una deuda como la que requiere esta reforma, se dio cuenta el día que le rechazó los presupuestos de que el máximo órgano de gobierno de la entidad no estaba dispuesto a bailarle el agua, y debió concluir que si quería asegurarse de que se cumpliera su voluntad tendría que utilizar todas las armas a su alcance. No perdieron el tiempo. La puesta en escena de las presentaciones resultó realmente significativa: la presentación de la básica, a cargo de Fernando Benito de Pérgola Asociados, realizada en la vetusta sala de prensa de El Sadar, en la que la sensación era que ni él mismo creía en la propuesta que estaba exponiendo, nada tuvo que ver con la que se hizo, por todo lo alto, como si se tratara de una entrega de premios cinematográificos, en el auditorio del museo de la UN para mostrar los distintos proyectos de reforma integral, acompañados por material audiovisual en los que se recreaban las pomposas y visualmente impactantes propuestas de reforma.

Pero el verdadero as en la manga, el golpe de efecto con el que la directiva pretendía ganar esta partida fue la decisión de que el proceso de elección de una u otra opción sería abierta y la tomarían todos los socios actuales, sin mayor requisito que el de ser mayor de 18 años. Sin entrar a detallar la vergüenza ajena que me produce que en pleno 2019 nos intenten vender una votación online como algo novedoso, la pregunta clave es la siguiente: ¿a santo de qué semejante arrebato de democracia, por qué este cambio en la forma de proceder habitual?, ¿cuál es el motivo por el que se optó por esta vía, que no se contemplaba en un principio? Santi Zuza, director de comunicación del club lo dejaba entrever la semana pasada en Radio Marca: «habrá que ver si los socios compromisarios representan la opinión del resto de los socios». Bingo. El club debió pensar que abriendo la votación a todos los socios y trabajando con eficiencia para que estos eligieran por mayoría aplastante la reforma integral, pondrían entre la espada y la pared a una Asamblea de Compromisarios que le ha salido respondona, y que de esta forma se vería obligada elegir entre aceptar la propuesta de la directiva o ir en contra de la voluntad de los socios. ¿Alguien cree que si no hubiera sido necesaria la aprobación de la Asamblea, los socios, todos ellos, habrían sido llamados a las urnas? La junta directiva decidió que quería jugar la última mano de esta timba, la de la votación de la Asamblea de Compromisarios, con las cartas marcadas por un lado y con la bandera de la transparencia y el fair play por el otro. Es, como poco, maquiavélico.

En palabras del propio Zuza y de Ángel Ardanaz, gerente del club, la situación financiera sería mucho peor en el caso de optar por la reforma básica, o en el de escoger la integral pero que la Asamblea la rechace, a que se opte por esta segunda, que la Asamblea la acepte y se pidan los 23 millones de préstamo que planean. Para intentar explicar esta paradoja alegan que el préstamo gordo se haría a más años y con cuotas inferiores a las que se pagarían con la básica sumada a la penalización del GN etc. Lo que no dicen, quién sabe por qué, es que también se podrían negociar con las entidades financieras las condiciones (plazos etc.) para que las cuotas fueran más bajas en caso de tener que pagar la reforma básica. Esto, por no hablar del mensaje contradictorio que se ha emitido desde la Directiva respecto a la salud financiera actual, ya que no han pasado ni dos meses desde que Ignacio Yaniz declarara que el dinero de la casa de apuestas que patrocina a Osasuna fue el que permitió pagar las nóminas, de lo que se deduce que o bien se ha mentido al socio respecto a la situación económica o bien respecto a la necesidad del polémico patrocinio. Al margen del asunto financiero, es necesario pararse a pensar en la credibilidad del presupuesto de coste que tendría la reforma integral. Veamos dos casos, recientes y cercanos, de nuestros clubes vecinos: la reforma que la Real Sociedad ha acometido en Anoeta, que tenía un presupuesto en 47 millones de euros (31 más que la prevista para El Sadar), finalmente tendrá un sobrecoste de 13 millones y costará unos 60 (44 más que la del Sadar) y el Alavés, en una situación parecida a la del club rojillo, habla en estos momentos de que tendrá que destinar más de 50 millones para reformar Mendizorroza (al menos 34 más que lo previsto para el Sadar).

Si nos creemos que con ocho millones y medio (la cifra del coste de la reforma básica ha aumentado con una facilidad que ríete tú de lo de los panes y los peces) tan solo se puede hacer una reforma exigua y que por 16 tendremos un estadio nuevo que no tendrá nada que envidiar en servicios y estética a Wembley o al Allianz Arena, haríamos bien en recordar lo que decía Matt Damon en la película Rounders sobre las timbas de póquer: si no eres capaz de distinguir al primo en la primera hora de partida, eso es porque el primo eres tú. Sería realmente sorprendente que, o en las calidades o en las cantidades monetarias de coste no hubiera gato encerrado. Si finalmente se decidiera acometer alguna de las reformas integrales lo sensato sería establecer alguna cláusula blindada en el contrato que limitara el coste de la obra, gracias a la cual la constructora se comprometiera a cumplir con los costes fijados en el proyecto, porque de lo contrario ya sabemos lo que nos acabará pasando y no podremos hacernos los sorprendidos, rasgarnos las vestiduras y poner la cara que debió poner Paloma Zorrilla al darse de baja de Vox días después de afiliarse porque resultó que, contra todo pronóstico, el partido no creía que una mujer pudiera tener ideas independientes. Osasuna no se puede permitir semejante alarde de ingenuidad.

Hay otra pregunta que, por más que lo intente, no soy capaz de evitar hacerme: ¿estará de acuerdo con este asunto el Director General del club, el señor Fran Canal? Teniendo en cuenta que a día de hoy hasta el más mínimo trámite pasa por sus manos y que en Osasuna no se mueve ni un lápiz sin su aprobación, es de suponer que como mínimo está totalmente de acuerdo; y cuesta trabajo no pensar que él mismo puede ser el motor principal de todo este plan para la realización de una reforma integral. Y si fuera así, ¿que podría llevar a este hombre a promover este tipo de reforma?, ¿su amor incondicional por el equipo? salvo que se sea como Verónica, la de la canción, que no sabe distinguir el amor de cualquier sentimiento, parece evidente que no se trata de esto. Para muestra lo sucedido hace un par de semanas: con motivo de la celebración de un curso sobre derecho deportivo en la UN se le pudo ver compadreando y fotografiándose con Javier Tebas, nombrado persona non grata por los dueños del club rojillo: sus socios. Con este gesto, Canal evidenció que se pasa por el Arco del Triunfo el sentir del osasunismo, y que antepone su amistad con Tebas a su amor por Osasuna. Tras semejante desplante a los dueños, en una empresa normal a estas horas ya tendría el CV actualizado y sabría cuál es la oficina de empleo que le corresponde. Más allá de que yo, personalmente, estaría más tranquilo si el club estuviera en manos de un mono tuerto con una navaja y una sobredosis de café con anfetaminas (según una información reciente del digital Navarra.com, de las 41 empresas en las que este hombre habría participado solo 7 seguirían activas), le doy vueltas y vueltas, y nada, no se me ocurre un solo motivo racional por el cual podría interesarle que el club se metiera en un berenjenal como es el de la reforma total del estadio.

Siendo todas las opiniones absolutamente respetables, escuchando a los socios -o solo simpatizantes- de Osasuna expresarse sobre este tema, me da la sensación de que muchos no quieren hacer caso a las múltiples voces que advierten de que la burbuja del fútbol lleva tiempo dando señales de estar cerca de pinchar, ni a los vaticinios de los expertos que señalan que tenemos una nueva crisis económica mundial a la vuelta de la esquina; hay quien no parece haber aprendido nada de la fábula de la cigarra y la hormiga, ni de todo lo que vino después de que supiéramos de la existencia de Lehman Brohters, ni si quiera de lo vivido aquella tarde agónica de junio en Sabadell. Con este texto no pretendo convencer a nadie de nada, y mucho menos inclinar la balanza por una u otra opción, ya que considero que es una decisión delicadísima, y a mí ninguna alternativa me convence del todo. Yo he venido a esta fiesta a poner negro sobre blanco las dudas que me generan ambas opciones de reforma, a recordar que nadie da duros a cuatro pesetas, a descubrir la forma poco aseada del club de moverse en este asunto, a transmitir mi deseo de que los socios compromisarios no se dejen presionar por una votación ideada exclusivamente para que sientan esa presión, a animarles a que voten lo que consideren mejor sin importarles lo más mínimo el resultado de la misma, y a desear muy fuerte que la situación deportiva continúe como en estos momentos si finalmente se acomete la reforma integral aunque no haya dinero en las arcas ni para pagar las nóminas, para que la apuesta, que supondrá tirar todas las fichas al centro de la mesa cada temporada que no se esté en Primera División, no termine como aquella que acabó bautizando una jugada como la de la mano del muerto.

Las opiniones vertidas en este medio son exclusivas de sus autores

Written by Imanol Itokún

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